Lunes 2 de Febrero de 2015, son
aproximadamente las 20 hs. Dìa y hora señalados para el encuentro de los Medio
Sommellier. Algunas bajas en el grupo producto de vacaciones y otras yerbas
reducen la concurrencia que a pesar de eso, viene dispuesta a un nuevo
desafío.
Hoy vinos añejos!
La historia comienza con Adrian
mostrando una botella-reliquia que llamó la atención. Con ustedes un Felipe
Rutini año 1982. Lola se emocionò pensando que iba a tomar una botella de vino de fecha anterior a su nacimiento. Otros dijeron que tambièn, pero era
evidente que mentían.
Fue entonces que se armó el asunto. Además el generoso Adrián acercó un Rutini, Malbec 2009. Bernardo trajo una etiqueta señera: Finca La Anita Syrah cosecha 1999, el gran
Tomassoni (el primer sommelier) acercó un pariente: Finca La Anita Blend cosecha
2000 y por último Daniel nos deleitó con un Familia Adrover Cabernet Savignon
2002.
Repasando vemos que no se trata
de cata vertical. Tampoco analizamos cepas ni bodegas, ni años especìficos ni zonas geogràficas. Se trató de un
encuentro con algunos de esos viejos vinos sabios que andaban perdidos por el
mundo esperando que alguien los escuche para ver qué es lo que tenían para
decir.
Antes de todo hubo un fuego.
Horno de barro esperando calentarse. Entrecot y bondiola de cerdo acompañado
con verduras. Exquisitez.
Creo que la ansiedad nos ganó y
nos fuimos al humo directamente al 82. Fue una decisión extraña, pero al final
resultó correcta. El procedimiento para abrir la joya fue dificultoso. Solo al
extraer la cápsula se vio una especie de moho o suciedad en el corcho. Mala
señal desde un principio. La extracción fue dificultosa al punto que el corcho
se rompió a pesar del abridor de dos puntas. Algo estaba saliendo muy mal. Los
temores se fueron agudizando cuando servimos la primer copa. El esperado Felipe
Rutini del 82 se presentó como si fuera un té con leche. Espeso, sin brillo,
marrón, muy marrón. Algunos, todavía con esperanzas, lo olimos. Nada. Y hasta
lo probamos. Malas noticias amigos Medio Sommelier, el objeto de nuestro deseo
había fallecido. Y quizás estuviese sin vida desde hacía mucho tiempo. Nunca lo
sabremos. Si podemos decir que nos apesadumbró que ese buen ejemplar de Bodegas
La Rural no haya llegado a dar la felicidad que seguramente podría haber dado.
QEPD.
Y ahora?
Y ahora no nos quedaba más que
seguir adelante con felicidad.
Encaramos con afán cronológico la
apertura del Finca La Anita Syrah 1999. Bernardo contó algunas cosas sobre la
Bodega y la cepa. Aquí todo anduvo mejor. El corcho estaba en buen estado de
conservación, no hubo mayor inconveniente en su apertura y llegó limpio a
nuestra copas.
Color teja, bien teja. En naríz
apareció el famoso bouquet y en boca lo sentimos un poco demasiado
evolucionado. Tiramos, solo por tirar y ya que el aire es gratis, que quizás
pudiese haber sido consumido unos dos o tres años antes. Dimos por bueno el
veredicto y nos dejamos llevar por el gusto de disfrutar de esa botella de alta
calidad.
El degustar vinos evolucionados
es algo diferente a lo que está acostumbrado el paladar de todos los días. No
hay taninos presentes, ni fruta ni estructura. Nos cruzamos con elegancia, con suavidad, con dulzores y
sabores delicados.
Vamos por más.
Finca La Anita Blend 2000. Dice la
etiqueta que fue diseñado por el maestro de todos Miguel Brascó. Dice también
que descansó en toneles de roble durante tres años. Un vino hecho a la vieja
usanza por uno de los pioneros de la sommellierie. Un corte 70 % Syrah y 30 %
Malbec.
Se lo ve teja, amarronado,
pálido. Conserva cierto brillo. Taninos bien maduros en nariz y buena evolución
en boca. Lo notamos menos evolucionado que el anterior. Todavía con más vida.
Imaginamos que todavía no había entrado en la curva descendente como el
anterior.
Un gran vino en su mocedad. Lo seguía siendo en su
ancianidad.
Las caras iban mejorando. De a
poco nos reponíamos del golpe inicial y nos seguíamos introduciendo en el mundo
del vino con edad.
Qué es lo que le hace el tiempo
al vino?
Le quita energía, fuerza. Quizás
le saque coraje para enfrentar comidas muy rudas. El vino se pone canoso, con
mañas. Ya no le gusta andar correteando detrás de cualquier costilla o pasta.
Ahora es un señor grande que tiende a ser huraño. Más bien le gusta estar solo.
Quizás acompañe algún postre. Espera que
los jóvenes vayan adelante y el se queda para lo último. Para contarle a los
amanecidos esas anécdotas de hace unos años. Cosa que aprendan los que
escuchan.
Y vamos que quedan dos.
Familia Adrover Cabernet Sauvignon
2002. Otra sorpresa. Al descorcharlo nos encontramos con un extraño tapón
sintético. Discurrimos sobre la época y el por qué de esa forma de sellado.
Unos adelantados los Adrover. De todas maneras el corcho presentaba una forma
adelgazada en el medio que dificultó la extracción. Por suerte para nuestras
papilas gustativas no había ingresado aire.
Seguimos con el color usual de la
noche. Teja naranja. Al olerlo recién abierto entendimos eso que de la etiqueta
aconsejaba dejar abierto unos minutos antes de consumir. Es que en la
época no se inyectaba gas inerte en la botella y la verdad que la primer
aspirada no fue satisfactoria. Despues de un rato si. El señor bouquet se
presentó en su esplendor. Los años de menos se empezaban a notar. Una cierta
estructura apareció. Bien el Familia
Adrover. Gusto de conocerlo y gracias por darnos esa felicidad que tenía
guardada hace tantos años.
Y entonces llegamos al Rutini
Malbec 2009. Aca transitamos caminos más conocidos. Vino que a pesar de
aparecer evolucionado todavía conserva características como el color violáceo o
cierta nota de fruta. Bien redondo, elegante, complejo. Bien el joven Rutini
que ya ha andado unos años y algo de experiencia ha juntado. Se apreciaba
todavía lo varietal, un buen cuerpo y una redondez traída por los años que
aportaron elegancia.
Muy buena noche. Tranquila. Como
lo vinos que tomamos. No hubo bullicio ni risas ni charlas a elevado volumen
como otras veces. Hoy el vino nos llevó por los tranquilos senderos de la
madurez y la vejez. Es que siempre es así. El vino te lleva por donde quiere y
hay tantos caminos que elige el vino como botellas buenas por descubrir.
Termina aquí el primer relato de
Medios Sommellier. Hasta la próxima que nos encontrará dirimiendo la “Batalla
del Torrontés”. Buena vida para todos.
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