viernes, 6 de febrero de 2015

Vinos añejos

Lunes 2 de Febrero de 2015, son aproximadamente las 20 hs. Dìa y hora señalados para el encuentro de los Medio Sommellier. Algunas bajas en el grupo producto de vacaciones y otras yerbas reducen la concurrencia que a pesar de eso, viene dispuesta a un nuevo desafío.
Hoy vinos añejos!
La historia comienza con Adrian mostrando una botella-reliquia que llamó la atención. Con ustedes un Felipe Rutini año 1982. Lola se emocionò pensando que iba a tomar una botella de vino de fecha anterior a su nacimiento. Otros dijeron que tambièn, pero era evidente que mentían.
Fue entonces que se armó el asunto. Además el generoso Adrián acercó un Rutini, Malbec 2009. Bernardo trajo una etiqueta señera: Finca La Anita Syrah cosecha 1999, el gran Tomassoni (el primer sommelier) acercó un pariente: Finca La Anita Blend cosecha 2000 y por último Daniel nos deleitó con un Familia Adrover Cabernet Savignon 2002.
Repasando vemos que no se trata de cata vertical. Tampoco analizamos cepas ni bodegas, ni años especìficos ni zonas geogràficas. Se trató de un encuentro con algunos de esos viejos vinos sabios que andaban perdidos por el mundo esperando que alguien los escuche para ver qué es lo que tenían para decir.
Antes de todo hubo un fuego. Horno de barro esperando calentarse. Entrecot y bondiola de cerdo acompañado con verduras. Exquisitez.


Creo que la ansiedad nos ganó y nos fuimos al humo directamente al 82. Fue una decisión extraña, pero al final resultó correcta. El procedimiento para abrir la joya fue dificultoso. Solo al extraer la cápsula se vio una especie de moho o suciedad en el corcho. Mala señal desde un principio. La extracción fue dificultosa al punto que el corcho se rompió a pesar del abridor de dos puntas. Algo estaba saliendo muy mal. Los temores se fueron agudizando cuando servimos la primer copa. El esperado Felipe Rutini del 82 se presentó como si fuera un té con leche. Espeso, sin brillo, marrón, muy marrón. Algunos, todavía con esperanzas, lo olimos. Nada. Y hasta lo probamos. Malas noticias amigos Medio Sommelier, el objeto de nuestro deseo había fallecido. Y quizás estuviese sin vida desde hacía mucho tiempo. Nunca lo sabremos. Si podemos decir que nos apesadumbró que ese buen ejemplar de Bodegas La Rural no haya llegado a dar la felicidad que seguramente podría haber dado. QEPD.
Y ahora?
Y ahora no nos quedaba más que seguir adelante con felicidad.


Encaramos con afán cronológico la apertura del Finca La Anita Syrah 1999. Bernardo contó algunas cosas sobre la Bodega y la cepa. Aquí todo anduvo mejor. El corcho estaba en buen estado de conservación, no hubo mayor inconveniente en su apertura y llegó limpio a nuestra copas.
Color teja, bien teja. En naríz apareció el famoso bouquet y en boca lo sentimos un poco demasiado evolucionado. Tiramos, solo por tirar y ya que el aire es gratis, que quizás pudiese haber sido consumido unos dos o tres años antes. Dimos por bueno el veredicto y nos dejamos llevar por el gusto de disfrutar de esa botella de alta calidad.
El degustar vinos evolucionados es algo diferente a lo que está acostumbrado el paladar de todos los días. No hay taninos presentes, ni fruta ni estructura. Nos cruzamos  con elegancia, con suavidad, con dulzores y sabores delicados.
Vamos por más.
Finca La Anita Blend 2000. Dice la etiqueta que fue diseñado por el maestro de todos Miguel Brascó. Dice también que descansó en toneles de roble durante tres años. Un vino hecho a la vieja usanza por uno de los pioneros de la sommellierie. Un corte 70 % Syrah y 30 % Malbec.
Se lo ve teja, amarronado, pálido. Conserva cierto brillo. Taninos bien maduros en nariz y buena evolución en boca. Lo notamos menos evolucionado que el anterior. Todavía con más vida. Imaginamos que todavía no había entrado en la curva descendente como el anterior.
Un gran vino  en su mocedad. Lo seguía siendo en su ancianidad.
Las caras iban mejorando. De a poco nos reponíamos del golpe inicial y nos seguíamos introduciendo en el mundo del vino con edad.
Qué es lo que le hace el tiempo al vino?
Le quita energía, fuerza. Quizás le saque coraje para enfrentar comidas muy rudas. El vino se pone canoso, con mañas. Ya no le gusta andar correteando detrás de cualquier costilla o pasta. Ahora es un señor grande que tiende a ser huraño. Más bien le gusta estar solo. Quizás acompañe algún postre.  Espera que los jóvenes vayan adelante y el se queda para lo último. Para contarle a los amanecidos esas anécdotas de hace unos años. Cosa que aprendan los que escuchan.
Y vamos que quedan dos.

Familia Adrover Cabernet Sauvignon 2002. Otra sorpresa. Al descorcharlo nos encontramos con un extraño tapón sintético. Discurrimos sobre la época y el por qué de esa forma de sellado. Unos adelantados los Adrover. De todas maneras el corcho presentaba una forma adelgazada en el medio que dificultó la extracción. Por suerte para nuestras papilas gustativas no había ingresado aire.
Seguimos con el color usual de la noche. Teja naranja. Al olerlo recién abierto entendimos eso que de la etiqueta aconsejaba dejar abierto unos minutos antes de consumir. Es que en la época no se inyectaba gas inerte en la botella y la verdad que la primer aspirada no fue satisfactoria. Despues de un rato si. El señor bouquet se presentó en su esplendor. Los años de menos se empezaban a notar. Una cierta estructura apareció.  Bien el Familia Adrover. Gusto de conocerlo y gracias por darnos esa felicidad que tenía guardada hace tantos años.
Y entonces llegamos al Rutini Malbec 2009. Aca transitamos caminos más conocidos. Vino que a pesar de aparecer evolucionado todavía conserva características como el color violáceo o cierta nota de fruta. Bien redondo, elegante, complejo. Bien el joven Rutini que ya ha andado unos años y algo de experiencia ha juntado. Se apreciaba todavía lo varietal, un buen cuerpo y una redondez traída por los años que aportaron elegancia.
Muy buena noche. Tranquila. Como lo vinos que tomamos. No hubo bullicio ni risas ni charlas a elevado volumen como otras veces. Hoy el vino nos llevó por los tranquilos senderos de la madurez y la vejez. Es que siempre es así. El vino te lleva por donde quiere y hay tantos caminos que elige el vino como botellas buenas por descubrir.

Termina aquí el primer relato de Medios Sommellier. Hasta la próxima que nos encontrará dirimiendo la “Batalla del Torrontés”. Buena vida para todos. 

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